(Instinto asesino o Combate mortal). ¿Quién iba a pensar que la máquina que nos lleva por la tierra era tan frágil y se estropearía? La goma ha ido dando paso a lo endurecido del cuerpo en heridas que  ya no se pueden curar si no es muriendo. Oh muerte creo en ti por arriba de todo para que de mis cenizas resurja el ave como fuego recomponiendo cada átomo que me compone en miríadas de estrellas en la expansión al vacío de todo lo que me complementa desde el dolor de muelas hasta la corona de espinas injerta en mi cerebro de tanto esnifar porquería y detrito. Oh resurrección guarda la llama de brillo esplendente como una flor antes de que se marchitare en las agonías de la desesperanza en la juventud que ya no vuelve y se va hacia una vejez angustiosa pagando mi cuerpo los vicios del pecado contra el templo de la carne ¡pero revive antorcha! los momentos acunados en el corazón y las buenas risas ¡qué no se quede todo en el arcón de la tumba! Lindan los huesos pegados al cráneo de la tierra y se astillan las rodillas que ya no soportan el peso del cargamento. Di oh suspiro que te escapas en el viento hacia dentro de Éterea si los deseos sólo eran una trampa que nos agarrara y nos llevará a la calamidad. Pesan los años disolutos que no reparan en que fuiste un niño que saltaba y daba volteretas, ¿qué ha pasado? los dioses nos han abandonado. Tocad flautas y panderetas para los niños perdidos y los que no se salven de este mundo tocándoles vivir el desprecio de sus coetáneos naufraguen y con ellos todos dentro… y que la mano de un amante sobresalga entre el barrando y tenga bien Dios con la suya a cogerla y subirla al cielo.