Peleando contra el vacío

(Todo el horror del mundo o Pájaros extraños o El altar de las cosas o Quereos como yo os he querido). En la simbiosis de tus ojos llorosos las agujas fueron congelados parámetros sombríos en el almizcle colorado de los lustros que se derribaban cuesta debajo más allá de las pesadillas que pulían tu faz de seda la perdición que ostentaba el máculo cetro de los poetas que denostado sucumbía al terror de los estratos en las níveas mañanas que asomaban repletas de rocío mojado por las estepas continuas que se adherían a la cepa que pronto el cuerpo mutaría en forma de embrión que espantaría las imágenes del sueño en estampida. En las apostasías de tigres y leones se hallaron la libertad y las claves para desacreditar divinas potestades que dominaban instintos salvajes para dejar en manos del inminente criterio las llaves para actuar según conviniere en el momento. Entonces la negrura de tener que creer en algo que trascendiere las cabezas cuando la verdad no es otra que Dios nos deja morir en el albedrío innato de las cebollas sónicas que se aúpan una tras otra al parnaso del campo de todo aquello que nace para morir. Abandonados a nuestro antojo todo sucumbe en un iridiscente átomo que impele a las corrientes a vivir en el quizá. Pero harto de verdades he podido ver que sí pasaremos el listón de la muerte. En los porqué sí de la tétrica música se visualizaban verdaderos balances sincronizados de haberes en las almas de los maldichos humanos prostituidos y hallé la certeza inmediata de morar Por Aquí El Suelo sin más dilación que esperar a que toque mi hora. Mas cansado de aguardar vislumbro lo anodino cercarme mientras yo escribo esto. No veo las disformes continuadas del ensueño contornarme con sus siluetas siniestras en el preámbulo de mi defunción: y allí en las rosáceas púrpuras de los límites hilvanar las formas que me han de asentar en el más hondo de todos los infiernos. Estoy machacando mucho este peregrinar rumbo la nada aunque tal vez en la frontera del bien y del mal donde se podan las asperezas para que el ánima sea eterna despeguen las enredaderas de mi sino y pueda devanar mi ser en los rosales de lo asombrosamente imperecedero. Y en la imperfección de la vida tejer mis ropajes tendiendo así escurriendo lo que me sobra para en lo inmenso conseguir mi pase. Y no teclear nunca nada más.